Podemos de modo consciente elegir el plano, el lugar en el que pensamos y somos.
Está el plano superior, en el que se frecuenta la lucidez, la armonía, la posibilidad de servir.
Está el plano inferior, todavía embrutecido.
Trasladarse al plano superior requiere confianza, voluntad, visión de largo plazo. En ese plano puede que activemos el verbo amar en su dimensión profunda, inalcanzable en el plano inferior.
Todo está abierto ante nosotros. Hay una sanadora luz. No tiene sentido permanecer en la oscuridad.
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