Ra era adorado, en los vastos templos consagrados al Sol y construidos por los reyes de la Vª dinastía, bajo la forma de un obelisco truncado de piedra maciza y coronado por una pirámide.
En la época antigua los sacerdotes de Ra proclamaban que tenían en su cuerpo la verdadera sangre de Ra y aseguraban que sus grandes sacerdotes eran descendientes de Ra concebidos por madres humanas.
Efectivamente, quiénes ambicionaban ser superiores se unían a Ra.
La práctica de unirse a Ra se mantuvo en el país durante unos 3.000 años.
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